La naturaleza es un testigo silencioso del tiempo, una sucesión de instantes donde la belleza florece en su máxima expresión antes de desvanecerse. En Fleurs, la imagen se divide entre la nitidez y la fugacidad, entre la permanencia y el desvanecimiento. Como un recuerdo que se aferra a la memoria y, a la vez, se difumina con el paso del tiempo, las astranias emergen con precisión en un lado, mientras en el otro se diluyen en un velo de movimiento, atrapadas en ese umbral entre el ser y el desaparecer.

Esta obra encapsula la fragilidad de la existencia natural: la perfección efímera de una flor que, en su momento exacto, es todo, y después, se transforma, se distorsiona, se entrega a la inevitable metamorfosis del tiempo. Como un susurro que se deshace en el viento, la flor se vuelve huella y ausencia, memoria y olvido.

La serigrafía a cuatro tintas sobre algodón hecho a mano en tina no solo refuerza la profundidad de la imagen, sino que también traduce físicamente la dualidad del tiempo y la percepción. La doble textura del soporte intensifica esta tensión entre lo que persiste y lo que se escapa. En un lado, la imagen se afirma con claridad, como si atrapara un instante en su máximo esplendor; en el otro, las flores parecen desvanecerse, agitadas por una brisa imperceptible, como si el paso del tiempo ya estuviera borrando su existencia.

Fleurs es un diálogo entre lo concreto y lo etéreo, entre lo que una vez fue y lo que queda después.

Obra gráfica de edición limitada, numerada y firmada manualmente.